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“Obras completas (y otros cuentos)”, de Augusto Monterroso

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Magnífico escritor que capturó la esencia del alma del ser humano en su literatura. Nacido en Tegucigalpa, Honduras, el 21 de diciembre de 1921, aunque más tarde adoptó la nacionalidad guatemalteca ya que pasó su infancia y adolescencia en aquel país centroamericano y que marcaría su escritura, y falleció en la Ciudad de México, el 7 de febrero de 2003, el fue Augusto Monterroso, célebre por sus relatos breves.

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En innumerables momentos Monterroso afirmó que gracias a la época que vivió durante las décadas de 1930 y 1940 de la Guatemala del  dictador Jorge Ubico alcanzó a desarrollar una voz literaria aguda y perspicaz al desempeñar un activo papel, lo que le llevó a la cárcel al tomar el poder el general Federico Ponce Vaides, pero en septiembre logró escapar de prisión y pidió asilo en la embajada de México.

Tras la revolución de octubre en Guatemala, encabezada por Jacobo Arbenz, Monterroso fue designado para un cargo en el consulado de Guatemala en México, donde permaneció hasta 1953. Tras la caída de Arbenz se exilió en Chile, donde trabajó como secretario de Pablo Neruda, para retornar a México en 1956, país en el que iba a establecerse definitivamente.

Prolífico narrador y ensayista, comenzó a publicar sus textos en 1959, año en que se publicó la primera edición de Obras completas (y otros cuentos) –que ahora se publican en Ediciones Era–, un conjunto de incisivas narraciones fundamentales para leer a Monterroso y comprender las letras centroamericanas y de Hispanoamérica, ya que sobresalen de estos textos su prosa concisa, breve, sencilla por momentos mezclando un magistral manejo de la parodia, la caricatura, y el humor negro.

Es considerado como uno de los maestros de la mini-ficción y, de forma breve, aborda temáticas complejas y fascinantes, con una provocadora visión del mundo en el universo y una narrativa que deleita a los lectores más exigentes, haciendo habitual la sustitución del nombre por el apócope.

Entre sus libros destacan además: La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972), la novela Lo demás es silencio (1978); Viaje al centro de la fábula (conversaciones, 1981); La palabra mágica (1983) y La letra e: fragmentos de un diario (1987). En 1998 publicó su colección de ensayos La vaca.

Augusto Monterroso hizo de la fábula y el cuento su lenguaje, logrando una valorización de estos géneros poco atendidos en nuestras letras antes de Monterroso, siendo su composición: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí, está considerada como el micro relato más breve de la literatura universal hasta la aparición de El emigrante de Luis Felipe Lomelí. Siendo incluida en una docena de antologías y traducido a varios idiomas, estudiado en múltiples tesis, e interpretado infinitas veces “como el universo mismo”, en palabras de Monterroso, asimismo cuneta con una edición crítica de Lauro Zavala titulada El dinosaurio anotado.

Le fueron otorgados los premios Magda Donato (1970); Premio Xavier Villaurrutia (1975) por Antología personal; la condecoración del Águila Azteca (1988), por su aporte a la cultura de México; El Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances (1996); Premio Nacional de Literatura «Miguel Ángel Asturias» otorgado por el Ministerio de Cultura y Deportes de Guatemala (1997); el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2000) en reconocimiento a toda su carrera.

Tener un acercamiento a la obra de Augusto Monterroso es ahondar en una obra de maravillosa riqueza moral y estética, de verdadera transformación al acervo narrativo del relato breve.

Jorge Iván Garduño

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Laia Jufresa, joven escritora mexicana, apasionada, lúcida y talentosa [Entrevista]

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Define su escritura como muy plástica, que llena sus obras de palabras que no existen, o no antes de que ella las plasmara en un cuaderno, es una persona a quien en el plano profesional le gusta experimentar con sus personajes, y jugar que las diferentes métodos de la construcción de una obra.

Laia Jufresa (México, 1983) es la autora de Umami (Mondadori), una novela que constituye una propuesta literaria original en su afán por explorar la amplia gama de sensaciones y emociones que el ser humano –en distintas etapas de la vida– experimenta.

Una novela coral en la que los personajes aprenden a reinventarse para hacer frente a las adversidades y superar sus pérdidas, y es precisamente Laia Jufresa, quien radica en Madrid, España, quien charló conmigo a propósito del lanzamiento de su novela en nuestro país, lo que se convirtió en una intensa plática sin cortapisas, “en medio de tantas entrevistas…” que Laia otorgó debido a su apretada agenda.

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Jorge Iván Garduño (JIG): ¿Cómo encuentras México tras año y medio de ausencia?

Laia Jufresa (LJ): México, sobre todo, es como una bola de efectos, un cúmulo de emociones, y ahora llego con ‘hijito’. Aunque vengo sólo por promoción de Umami, es emocionante.

JIG: ¿Cómo se describe la situación que vive México desde el extranjero?  

LJ:… En realidad yo sigo lo que sucede en México porque soy mexicana, pero en realidad no se ve o se difunde tanto de México en el extranjero, muchas ocasiones yo hablo de lo que sucede en México y me voltean a ver diciendo “¿en serio?”. Digamos que Ayotzinapa o Iguala fueron muy mediáticos, pero yo hablo fuera de México que estas cosas llevan pasando hace mucho. Yo misma viví una terrible situación en Creel, Chihuahua, en la que asesinaron a 14 personas durante una balacera, y tras ese hecho decidí “yo no quiero vivir en México”, aunque no me fui precisamente por esas situación, pero fue en ese momento cuando uno vive el dolor y la tristeza de la situación de nuestro país.

JIG: Laia, eres una chica joven, talentosa y que tu obra literaria es reconocida por importantes escritores, ¿cómo vislumbras la generación literaria mexicana nacida a partir de 1980, que cuenta con las herramientas de las redes sociales y que vive momentos como los de Ayotzinapa?

LJ: Creo que esta nueva generación, por un lado, está viendo la desesperanza por todos lados, y por otro lado, tiene el derecho y la fuerza de reinventarse y de proclamarse dueños de este momento histórico, además que viene con ganas de cambiar las cosas, eso es muy valiente, porque creo que parte de una de las muchas cosas culturales que tenemos en México como pueden ser: “siempre ha habido corrupción o déjalo así es o roban pero ‘poquito’”, pero la violencia ha ido escalando, escalando, escalando, y me espanta y a la vez me cuestiono: ¿en qué momento nos acostumbramos?, y yo no puedo vivir con eso, por eso no vivo en México, porque no me quiero acostumbrar a la violencia.

JIG: ¿Qué significa para ti la literatura y el ejercicio literario?

LJ: En mi vida cotidiana hay una diferencia entre la escritura y la literatura, la escritura es la cosa con la que yo me despierto todos los días, es la cosa que le he dedicado toda la vida, la cosa con la que poco a poco he ido aprendiendo a profesionalizarme y digo eso porque a veces pensamos en la literatura como pensamos en pedestales, en escritores y no sé qué… y la verdad es que es una chamba más que tiene sus días buenos y sus días malos, y por eso pienso en la escritura, porque siento que se nos olvida que tiene su proceso para llegar a esto: el libro. Pero detrás de un libro hay muchísimos años picando piedra, llenando cuadernos, borrando, aprendiendo, siendo más exigente con uno mismo, recibiendo críticas, haciendo malabares con el ego, todas esas cosas que implican la escritura y que son importantes para mí en la manera en la que pienso mi oficio. Porque mi compromiso es con la escritura, más que con la literatura.

JIG: Malcolm Gladwell se refiere a las regla de las 10 mil horas, el número mínimo de horas que hay que dedicar a una tarea compleja para dominarla a un nivel profesional y así alcanzar el éxito en un área o disciplina específica. ¿En qué momento recuerdas que hayas comenzado estas 10 mil horas y con qué escrito?

LJ: Justo, durante estos días he estado pensando sobre lo de las 10 mil horas, porque también dicen que son aproximadamente 10 años para completarlas, y yo comencé a escribir a los 15 años –teatro hacía desde los 6–, y pensaba que me iba a dedicar al teatro, pero a los 18 años de edad regresé a México haber realizado mis estudios preparatorios en Francia y estar escribiendo teatro en francés, me inscribí en la Escuela Dinámica de Escritores de Mario Bellatin, y ahí fue cuando escribí mi primer cuento como una de mis primeras tareas, y para mí fue amor a primera vista. Me dije: “wooou ¿yo puedo hacer esto?”, sin actores, sin directores, sin el escenario, a diferencia del teatro, y a pesar de que estaba muy comprometida con el teatro dije “esto es mucho más divertido”, y así comencé en la narrativa y no he parado, posteriormente en 2004 recibí mi primera beca y en 2014 se publicó mi primera obra de cuentos, y aunque me ha costado desarrollar mi propia voz, estoy muy contenta con haberme tardado mucho, porque el resultado me es satisfactorio.

JIG: ¿Cuánto tiempo te llevó escribir ese primer cuento?

LJ: En realidad los cuentos los escribo muy rápido, pero luego me llevo años limpiándolos, ahora con Umami descubrí que era mucho más divertido escribir novela que escribir cuento. Por cierto, les cuento a mis amigos que el cuento es como una relación de una noche y la novela es como una relación próspera. Así los siento.

JIG: ¿Cómo fue la concepción de ‘Umami’ que se publica bajo el sello Mondadori?

LJ: Umami pensaba que iba a ser un libro de cuentos, mucho antes de que se llamara Umami. Cuando comencé con estos personajes, primeramente hice una selección de 10 cuentos que estuve escribiendo a lo largo de 10 años, y una vez que me senté a trabajar con ellos, sentí la necesidad de que uno repercutiera en el otro, o que un personaje de una historia reapareciera en otra, pero desde el inicio estaban tan relacionados que era una misma cosa, por lo que finalmente decidí que las voces estaban tan empalmadas que tenías que conocerse, y eso derivó en una novela, en una novela que se cuenta de adelante hacia atrás, que tiene que ver con el duelo mismo que se trata en el libro.

JIG: ¿Cómo es tu relación con los personajes de Umami?

LJ: Te voy a contar: cuando terminé la novela, me pasó algo que nunca me había pasado, y es que me dio un ataque de llanto, fue como una despedida. Después de que la entregué estuve llorando todo un fin de semana –porque fueron personas con las que estuve viviendo dos años, aunque sólo vivan en mi cabeza, yo me despertaba en la madrugada para apuntar alguna frase que uno de los personajes decía–, fue una relación tan cotidiana que cuando se acabó lloré muchísimo. Un día estaba hablando por teléfono con mi mamá, y le estaba tratando de explicar lo que estaba sintiendo y ella me preguntó “¿Y los ves? ¿Tienes una imagen de ellos?”, y yo nunca me lo había preguntado, pero veo a los que narro en tercera persona, que son Tina y Marina –tenga una imagen de ellas, aunque no las describa–, pero a los que narro en primera persona (Alfonso, Ana y Luz), no tengo una imagen, son voces, voces que me habitaron durante dos años. Creo que esa es mi relación,

JIG: ¿Qué te han exigido tus personajes o qué te has exigido como escritora para Umami?

LJ: En realidad estoy decidida a explotar al máximo mi condición de escritora sin hijos –aún–, porque todos te lo dicen, cuando te conviertes en madre o padre tu mirada del mundo cambia, y por supuesto que quiero ser madre, pero mientras eso llega, quiero experimentar al máximo mi condición de ‘no madre’, o de ‘hija’, así que todos mis personajes no tienen hijos, y esa sí fue una decisión primordial cuando inicié la redacción de Umami.

JIG: ¿Cuál es la carga simbólica de Umami?

LJ: De forma consciente, no tiene ningún simbolismo. Inconscientemente, es una historia sobre duelo, pero sobre ese momento en que termina el duelo y la vida vuelve a germinar, en ese sentido, toda la relación con la milpa, las plantas y el alimento, tiene que ver con esa cosa de dar vida en un lugar donde parecía que ya no la iba haber. En ese sentido, un patio en un lugar contaminado es como un lugar improbable para sembrar maíz, pero esto es lo que la protagonista quiere hacer. Respecto al sabor del umami, también lo relaciono con esto. El Umami es un sabor que si tu pones más glutamatomonosódico –dependiendo a qué se lo pongas- si te pasas, muy pronto va a lo salado o a lo dulce, por eso es tan difícil de reconocer el sabor, porque tiene una vida muy corta en el paladar. Y a mí me interesaba tocar ese momento de la tragedia, aunque el libro no es una tragedia, no es un drama, tampoco es una comedia, pero a mí me interesaba habitar ese espacio en donde todo puede girar a la tragedia, al drama o hacia la comedia, porque estos personajes están muy dolidos pero también están haciendo su vida para reinventarse. Pueden estar muy tristes por el duelo, o muy felices porque están sembrando y cosechando vida.

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Categóricamente la escritura de Laia Jufresa es una letra que no da concesiones a nada y que explora la otredad y los límites humanos, una escritora que ciertamente la palabra fascinante podría ser el adjetivo ideal para definir su prosa, y Umami es muestra tangible de ello.

Jorge Iván Garduño

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“Los cuentos para soñar de mi Nana Luna”, los relatos de Nora Girón-Dolce

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Poseedora de un estilo literario que no dejará indiferentes a chicos ni grandes, Nora Girón-Dolce toca los pequeños detalles sin llegar a ser monótona o redundante.

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Nacida en la Ciudad de México, Girón-Dolce estudió Letras Italianas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y desde muy temprana edad dio muestras de su inclinación por las artes y las letras, siendo reconocida en la actualidad en ese sector como escritora, actriz, cantante y narradora.

Feliz, soñadora, y relatora de la imaginación, Nora Girón-Dolce ha escrito una obra que se desvanece entre la frontera de la ensoñación y la infancia, manteniendo al lector embelesado con ocho historias que conforman Los cuentos para soñar de mi Nana Luna que próximamente será publicado en nuestro país bajo el sello de Ramos Editores.

Girón-Dolce nos habla de la identidad individual, así como de la búsqueda  de la pertenencia colectiva, que de un modo u otro, nos describe con precisión la situación intimista para trasladarnos a un plano universal partiendo de su memoria e imaginación.

La voz de Nana Luna es el hilo conductor que entrelaza cada relato, convirtiéndola en parte de un todo, un pequeño mundo de amorosos recuerdos creados especialmente para niñas, mujeres, madres, hijas y abuelas, pero que despliega un abanico que deleita sin menoscabar la imaginación de niños, hombres, padres, hijos y abuelos.

Los cuentos para soñar de mi Nana Luna  nos transporta a una infancia remota donde el plano literario de la autora coexiste con los tres temas más importantes de la vida, y que Girón-Dolce recurre para conformar magistralmente sus cuentos: la familia, el amor y la identidad. Elementos trascendentales para el ser humano que en el intento por entender el motivo de su existencia, busca formar parte de un ‘algo’.

Y es que el vínculo inicial que la familia construye en los primeros años de vida es crucial para el buen desarrollo del ser humano en la sociedad, es por eso que el amor que brinda esa institución servirá para conformar finalmente la identidad del individuo, tesis de la que se desprende la obra de esta autora que le permite al lector reflexionar sobre la utilidad de la imaginación, elevando su literatura en una que genera constantes emociones en el lector.

Es a partir de estos sucesos narrados en los que la felicidad surge desde el interior de la autora para, más tarde, a base de tenacidad, aplicación y placer, narrarnos con voluntad de estilo cada escena notablemente lograda con una prosa fuerte que reconstruye escenas diversas sobre temas reincidentes, que finalmente nunca se asemejan.

Nora Girón-Dolce, una  talentosa y muy aguda escritora, que tiene la capacidad de crear y recrea una y otra vez un mismo acontecimiento de mil maneras posibles, manteniendo interesado al lector siempre de una manera novedosa y bellamente construida.

Girón-Dolce actualmente vive en el estado de Washington, Estados Unidos en compañía de su esposo y su perrita Chocolat.

Jorge Iván Garduño

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“De la infancia”, un libro de fronteras turbulentas

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Desde su publicación por primera ocasión en 1998, De la infancia (Ediciones Era), fue una novela considerada toda una revelación, tanto para la crítica como para los lectores, por la fuerza de su prosa y por los ambientes inquietantes en los que se inscriben sus personajes.

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Desde sus primeras obras, Mario González Suárez ha ido confirmando el innegable talento narrativo que posee, y que claramente muestra en De la infancia, una obra que además ha sido llevada a la gran pantalla por el cineasta mexicano Carlos Carrera.

La acción se desarrolla en el último borde de la ciudad, donde lo que sigue es el llano, el bosque raquítico, el arranque de la autopista, la zona fabril. Más allá de la frontera cartográfica, los linderos se multiplican. Los protagonistas se mueven también en otros filos: una familia que oscila entre el aguante frugal en la legalidad y los intentos sostenidos de dar un golpe criminal que los libre de una vez de la pobreza; pero al mismo tiempo, y aquí el libro se vuelve único, también habitan en las fronteras en que lo cotidiano se infecta y colinda con lo fantástico de manera ambigua, dudosa.

Un libro de fronteras. Procedente del mundo de los muertos, Francisco repasa la historia de su turbulenta niñez.

En De la infancia brillan los dones de Mario González Suárez: es uno de los pocos escritores que libro a libro está escribiendo un México verdadero. Un México que al leerse duele porque, aunque parece inmediato, al mismo tiempo es indudable que ya se ha perdido, hace muy poco sí, pero de manera irremisible. González Suárez escribe –y en esto se separa de la mayoría de los narradores– no desde el realismo periodístico que abandona por urgencia las posibilidades de la literatura, sino desde un lugar profundamente literario, donde las tradiciones y los géneros se tocan, se exploran, se fecundan y muestran que la ficción es uno de los nombres de lo necesario.

Jorge Iván Garduño

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“Los días que no se nombran. Antología personal” de José Emilio Pacheco

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El libro póstumo de José Emilio Pacheco, Los días que se nombran. Antología Personal (Ediciones Era), es una amplia puerta de acceso a la obra poética de este escritor mexicano.

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Siendo una compilación de más de 200 poemas entre los años de 1958 a 2009 que el propio José Emilio Pacheco seleccionó en vida y que planeaba presentar como una actualización de su poesía, pero tras su muerte se ha convertido en el primer homenaje editorial al autor.

La idea de los editores al concebir esta obra, es la de acercar a un público distinto, un público joven a los temas que el escritor mexicano plasmó en su obra poética y a los principales registros poéticos.

La selección de poemas que reúne la antología se divide cronológicamente. Los primeros poemas de Pacheco (de 1958 a 1966) quedaron más atentos a la naturaleza, emociones humanas y a la historia; los siguientes (de 1969 a 1983) cada vez más preocupados por la política, equidad, justicia y por hablar en nombre de todo aquello que no tiene una voz.

Los últimos poemas (1986-2009) son de una intensidad narrativa más elocuente, como si hablaran otros personajes desde otros tiempos, desde otros lugares, siendo la transparencia y la sintética, elementos que destacan entre líneas.

La consecuencia de los actos a través del tiempo, son una de las constantes que hay en la poesía de José Emilio Pacheco, y que se define como una especie de filosofía breve, cotidiana y muy útil para comprender un espíritu joven de algunas de las realidades humanas.

Los días que no se nombran. Antología personal incluye poemas de las obras Los elementos de la noche (1958-1962), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1964-1968), Islas a la deriva (1973-1975), El silencio de la luna (1985-1996) y La edad de las tinieblas (2002-2009).

Jorge Iván Garduño

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“En la invisibilidad de su presencia…”

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Hace ya 47 meses, 175 medios de comunicación, entre televisoras, radiodifusoras, periódicos, revistas, casas editoriales y portales electrónicos de información signaron el Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia en el que se comprometieron todos ellos a adoptar estrategias que ayudaran a tomar posturas en contra del crimen organizado a fin de evitar convertirse en voceros involuntarios de grupos de terror.

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Cabe mencionar que la iniciativa tuvo como objetivo garantizar la libertad de expresión –en el entorno de criminalidad y violencia que enfrenta México desde hace ya varios años–, para que periodistas pudieran dar cuenta de los hechos asumiendo criterios editoriales ante las formas tan cruentas que adopta la delincuencia, misma que ha puesto a prueba la fuerza del Estado para refrenar a grupos delincuenciales que hacen del pánico su modo de subsistir.

Las buenas intenciones no siempre son suficientes, y tanta violencia ha dejado sangre y plomo derramado por el territorio nacional… y una que otra víctima colateral.

Una de estas víctimas fue el poeta, escritor y ahora también activista social Javier Sicilia, quien el 28 de marzo de 2011 –cuatro días después de la firma del Acuerdo para la Cobertura Informativa de la Violencia–, fue enterado que su hijo Juan Francisco Sicilia fue encontrado muerto en el interior de un vehículo en Temixco, Morelos, junto a seis cuerpos más.

Amordazado con cinta canela, el cuerpo de Juanelo –como le dice de cariño su padre– fue identificado por su padre, y fue el inicio de un grito de dolor para superar mordazas, sangre y plomo generando una sensibilidad social que apuntaló a Sicilia para que el Movimiento por la Paz, la Justicia y la Dignidad llamara a los mexicanos a manifestarse en contra de la violencia, tanto la que producen los grupos criminales como contra la de los cuerpos de seguridad del Estado mexicano.

Con este hecho, Javier Sicilia puso punto final a su poesía, para dedicarse al activismo social, por lo que publicaría un libro que reunía poemas de varias épocas, y aunque originalmente se había pensado en un título para esta obra, a raíz de la muerte de Juanelo, Sicilia escribió un último poema dedicado a su hijo… y con él cerró el libro y se despidió de la poesía.

Vestigios (Editorial Era) es ese libro poético inconmensurable, lleno de amor, dolor, y un grito desgarrador que resonará por la eternidad gracias al talento rítmico que Javier Sicilia imprime en cada frase, en cada línea, en cada poema.

Ver cómo más y más ciudadanos de a pie guardan silencio al ser amenazada su integridad, o mueren víctimas de la violencia es terrible, pero más terrible es ver que las libertades de más ciudadanos de a pie son vulneradas en un escenario donde la búsqueda de libertades honradas nunca debería ser coartada.

Vestigios de Javier Sicilia lucha a favor de la Paz, la Justicia y la Dignidad.

Jorge Iván Garduño

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“México desgarrado”, la continuación de la trilogía de «México en Llamas»

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La novela México desgarrado (Ediciones B), es la continuación del exitoso libro: México en llamas, y el autor Alejandro Basáñez (México, 1965) nos da cuenta de uno de los periodos históricos que definieron el rumbo de nuestro país: la época post-porfirista.

Tras el destierro de Porfirio Díaz y la elección de Francisco I. Madero como presidente de México, Victoriano Huerta encabeza un golpe de Estado que culmina con el asesinato de Madero y Pino Suárez. La usurpación de la silla presidencial a manos de Huerta provoca que varios jefes revolucionarios, como Venustiano Carranza y Francisco Villa, vuelvan a levantarse en armas.

Una época trágica pero definitoria para consolidar el naciente Estado mexicano, un momento complicado donde la cabeza de hidra que broto tras la Revolución es incontrolable e insaciable.

Una obra trascendental en la que el novelista mexicano Alejandro Basáñez Loyola retrata la historia mexicana con pluma firme y avasalladora.

Alejandro Basáñez ha dedicado parte de su vida a la docencia y a la investigación histórica, viajando por gran parte de México y Estados Unidos en busca de haciendas, ruinas arqueológicas y lugares donde inspirarse para desarrollar sus historias, lo que lo convierte en uno de los autores históricos mejor documentados.

Jorge Iván Garduño

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Venido de Oriente Medio [Fragmento]

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En la crisis del individuo

Intensas ráfagas de color verde danzan entorno a los frondosos bosques que gradualmente son estimulados por el viento cálido que el verano trae consigo.

Los niños corren alegremente en los jardines del parque principal, mismo que es flanqueado por casas y edificios de tonalidad ocre contrastantes con el intenso azul del cielo, al tiempo que se observa a los campesinos labrar las tierras productoras de tabaco, olivo, uvas o higueras preñadas de fruto jugoso, lo que nos lleva a pensar que éste es un pueblo trabajador.

Contemplar la belleza de estos paisajes me satura de la profunda tranquilidad que habita esta Villa (como bien la llaman los lugareños) ubicada en el corazón del sur de Líbano, pequeño pueblo enclavado entre vistosos macizos rocosos resistentes a la sequía del verano, a la fertilidad de sus tierras en primavera y otoño, así como el frío de las impactantes montañas nevadas y valles de invierno que son hogar de frondosos robles.

Nos encontramos cerca de la frontera con Israel, no muy lejos de Beirut, la capital. Aquí comienza mi relato, una historia de intensos sabores que realzan la gestación de un maravilloso monje maronita.

¿Por qué?

Porque fuerzas divinas me han impulsado a escribir este relato, las mismas que rescataron de las manos de la muerte al protagonista de mi historia, que por treinta lunas hizo pensar a sus padres que el recién nacido perdería su aliento de vida.

He decidido plasmar en esta obra la historia de un hombre de Dios, de un monje que ha consagrado su existencia al sacerdocio con la única finalidad de ayudar al prójimo, y entregarse a Él en cuerpo y alma.

Este mágico ser, extraordinario hombre… y sublime amante de Nuestro Señor Altísimo, tiene por nombre Adelphos -nombre de origen griego que significa ‘hermano’.

Describir el paisaje que lo vio nacer, para posteriormente narrar el periplo que significaron sus primeros años, llenos de alegría y de algunos sufrimientos te ayudará, estimado lector, para adentrarte en una historia que espero a nadie deje indiferente.

Posteriormente te voy a envolver en las razones que llevaron a Adelphos a cumplir con su destino de servir al Ser Supremo, sus viajes e impresiones de los pasajes de su existencia que lo han marcado y que hasta el día de hoy lo mantienen en el camino que le fue enseñado.

Le conozco bien por fortuna, ya que lo he acompañado en su peregrinar desde el primer segundo de vida hasta hoy, y aunque aún no lo entiendo a plenitud, estoy en esa búsqueda de pleno conocimiento sobre él, su vida, sus anhelos, por lo pronto y mientras dura este maravilloso viaje he decido escribir esta obra cuyo fin último es exclusivamente el bien.

Ahora vienen a mi mente aquellos cuadros de la familia de Adelphos previos a su nacimiento. Sus padres y hermanos.

Viejos monasterios e iglesias se erigen en esta población, que dicho al calce, alcanza los cinco mil habitantes.

Una iglesia en particular sobresale de entre las demás, es tan antigua que sus paredes han sido talladas por la arena traída por la ventisca al punto que ha perdido la uniformidad y suave textura de su original diseño.

Ésta fue construida alrededor del año 1700 –actualmente sigue siendo uno de las principales templos religiosos de La Villa–. En contraste, puede observarse más allá otra iglesia construida apenas en los años setenta del pasado siglo, obra que se debió al rápido crecimiento de la población y la difícil tarea de expandir el templo más antiguo. Por si fuera poco, desde aquí (como casi desde cualquier punto elevado de la ciudad) puedo también contemplar el primer monasterio maronita construido en los años ochenta en el sur del Líbano.

Entre las familias que habitan este poblado está la de nuestro estimado Adelphos.

Sus padres contrajeron matrimonio alrededor de 1967, y del fruto de esa unión nacieron ocho hijos. Católicos todos. Llenos de amor, fe, devoción y bendecidos por la gracia de Dios.

Adelphos fue el segundo hermano del clan.