Desde el comienzo del actual sexenio, la situación de insolvencia económica y escasa generación de recursos en Petróleos Mexicanos se agudizó, por lo que la estratégica empresa petrolera mexicana Pemex, enfrenta grandes desafíos que se vislumbran difíciles de superar: reducir y controlar sus gastos; aumentar la eficiencia; y detonar la inversión.
Pero el desplome constante en la producción, la reducción en equipos para perforación y un pasivo laboral que supera los 1.5 billones de pesos, a lo que hay que sumarle un sindicato que siempre amenaza iniciar una huelga generalizada si se plantea algún tipo de recorte a su gasto laboral o se eleva la jubilación, tienen a la paraestatal sumida en una crisis que parece ser infinita.
El desabasto de gasolina que padecimos en días pasados en diversos estados del país –y que en otros aún persiste–, es un ejemplo de cómo un país productor de petróleo es incapaz de abastecer de gasolina a su población, muy al estilo de Venezuela, o la nostálgica Cuba.
Durante años, Pemex fue saqueado por la clase política gracias a los enormes márgenes de utilidad que ofreció el petróleo.
Hoy en día, esos márgenes se han reducido, pero el saqueo continuará con cargo directo al consumidor, incrementando más de 20 por ciento los precios de las gasolinas, usando como excusa que se deben alcanzar los niveles del mercado, de acuerdo con la evolución de los precios internacionales, lo que podría encarecerla mucho más, ya que el precio variaría diariamente igual que sucede con el dólar.
Todo este asunto es, dicen, para sanear las finanzas de Pemex y evitar que se subsidie al consumidor con cargo a su enorme deuda… pero, mientras el gobierno continúe aplicando impuestos cercanos al 50% del precio de la gasolina, cualquier intención de sanear la empresa paraestatal será sólo eso: una buena intención, y la inflación impactará directo en nuestros bolsillos.
Texto publicado en diario La Jornada Guerrero el sábado 31 de diciembre de 2016 http://bit.ly/2hFRZSz