Publicado en ruso en 1992 en una revista literaria (a la vieja usanza), su traducción al español fue lanzada por una editorial de nombre Lom en 2005 en Chile, y ahora en México llega editada por Era la extraordinaria novela Sónechka de Ludmila Ulítskaya (Liudmila Yevguéniyevna Ulítskaya, Rusia, 21 de febrero de 1943) que la perfila como la digna heredera de la literatura decimonónica rusa.
Sónechka es, claro, la historia de buena parte del siglo XX: una muchacha adicta a la lectura de sus grandes clásicos, tímida y ensimismada, que vive el entusiasmo de la vida a través de la literatura.
Tanto es su amor por los libros que estudia para bibliotecaria, dispuesta a pasarse la vida entre tomos polvorientos que la protegen del mundo.
Es en el anexo subterráneo de la biblioteca de Svérdlock, ciudad donde termina Sónechka en la primera de una larga sucesión de evacuaciones y reacomodamientos de la población, en ese lugar apartado de las incomodidades mundanas de socializar, donde conoce Robert Víctorovich, un artista plástico que vuelve del exilio parisino para cumplir su “afortunada” condena de cinco años de prisión y trabajo condicionado como artista pintor en la administración de la fábrica.
Se comprometen al poco tiempo y Sónechka abandona la lectura de Turguénev y Tólstoi para volcar su amor a la miseria de su marido, quien no soporta la literatura rusa al encontrarla moralista y tendenciosa en sus afanes cosmopolitas franceses, y poco después a la hija que les ha de nacer.
Se suceden los años de la guerra, los tiempos difíciles y las reubicaciones constantes mientras en Sonia crece un amor incondicional sólo digno de la Virgen María.
Parece a momentos que es el único personaje que escapa a la penetración psicológica de Ludmila Ulítskaya.
Pero Sónechka no es sólo una admirable condensación de esos años de posguerra y guerra fría, es también una intentona de justicia. Justicia a la vieja literatura, absorbida por el sistema soviético, como una forma aún valida de acceder al mundo, y justicia hacia las historias personales e imperceptibles de cada ser humano que alcanza a enumerar.
Todos los personajes que orbitan alrededor de la historia están perfectamente delineados, rodeados de detalles recordándonos por momentos a Chejov o Tólstoi.