Apenas el pasado miércoles 1 de enero se cumplieron 20 años ya del levantamiento de un grupo armado que buscaba el reconocimiento pleno de sus derechos y la inclusión al desarrollo y a la vida nacional de los indígenas –con todo derecho–, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) encabezado por un personaje que sorprendía por su cultura y que se hizo llamar: subcomandante Marcos.
Un individuo que encarno los deseos o sueños de millones de mexicanos, nos solo indígenas, quienes vieron en este ‘caudillo’ a un hombre con los arrojos para plantársele al entonces presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari y exigirle que volteara a ver a las comunidades del sur de nuestro país.
Por primera ocasión, desde la época previa al Maximato, un grupo armado se hizo del control de diversos municipios mexicanos, un movimiento que –con el pasamontañas y arma en mano– pretendió poner en jaque los sueños de gloria de un salinismo sediento de poder y autoritarismo, y que en lo último en lo que pensaba era la justicia social, y mucho menos de las etnias indígenas chiapanecas largamente olvidadas.
Insufribles mesas de diálogo y diversos personajes son recordados más por sus fracasos y demagogia que por los logros alcanzados, que al final del sexenio salinista únicamente obtuvieron un poco de recursos –a cuenta gotas– sólo para alargar la agonía de los menores que ya son mayores, de los mayores que ya son ancianos, y de los ancianos que han fallecido sin alcanzar lo profundamente anhelado.
20 años en el que una serie de ‘comisiones especializadas’ se encargaron de borrar del mapa político al EZLN.
20 años donde el subcomandante Marcos ha perdido su brío y ha terminado por opacarse más que ningún otro personaje, suponiendo que en realidad se movilizó por los intereses de los indígenas y no los propios.
20 años en el que el grito de ‘justicia social’ se ha terminado por ahogarse entre la selva Lacandona y el olvido.
20 años donde incluso han desfilado personajes tan ridículos e inverosímiles que prometieron que en tan sólo 5 minutos terminarían con el conflicto del EZLN.
No han bastado 20 años… ni otros 20 más para que el Gobierno Federal incluya en sus políticas públicas el bienestar de las etnias indígenas, ya no por erradicar el hambre con dobles discursos, sino más bien por humanidad.
Los dispendios del gobierno de Chiapas, encabezado por Manuel Velasco, sólo apuntan a continuar explotando la imagen indígena a favor de apuntalar una gubernatura mediocre y carente de argumentos políticos, donde es preferible despilfarrar el dinero en gorras, playeras y spots publicitarios antes que en impulsar el crecimiento económico de las comunidades originarias.
Chiapas, sin duda una de las regiones mexicanas más hermosas y poseedoras de enormes riquezas naturales está en el olvido de la agenda nacional, o al menos así lo dicen los hechos.
Jorge Iván Garduño @plumavertical Este texto ha sido publicado en: http://efektonoticias.com/opinion/entre-la-selva-y-el-olvido