Archivos Mensuales: febrero 2011

El cisma de la literatura hindú moderna

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La frecuencia con la que se observa desvanecerse la frontera oriental con la occidental en el plano literario hoy día, nos hace pensar en una corriente artística con la que el escritor moderno busca dejar constancia del acontecer humano, relatando sucesos que se replican millones de veces en cada rincón del planeta tierra no importando ideología o raza alguna, proponiendo innovadoras fórmulas que abrigan una interesante concepción intelectual de los problemas del hombre.

Esta corriente artística de vanguardia, encuentra su fuente de inspiración de una visión universal que retrata sociedades convulsas, mezclando placidez con una actitud escéptica ante la vida; pero a diferencia de algunos de sus predecesores, los escritores que ponen en práctica este ejercicio intelectual no se empeñan en alcanzar una justificación para la existencia del ser humano.

Ellos parten de la idea de la auto destrucción humana, hecho que dan por aceptado, así que lo que está en juego es el dejar constancia para una futura reinterpretación del hombre bajo una atmósfera de irrealidad, teniendo como principales elementos a la desesperación y la esperanza, que luchan contra un poder dominante que gobierna el destino.

Tomando como referente lo anterior, en la India, la escritora Arundhati Roy (1960) utiliza además la vieja tradición literaria de su país para tejer artísticamente, cuadros de la vida tradicional hindú protagonizados por los integrantes de una familia de la región de Kerala, en el sur de este país asiático, en su novela El dios de las pequeñas cosas.

A través de las disonancias sociales, personales o profesionales de los personajes, Roy nos sumerge en un festín literario infinito con varios niveles de interpretación que obligan al lector a diferenciar lo real de lo aparente, muy cercano al realismo mágico de Gabriel García Márquez.

El tema esencial de esta novela es describir las heroicas virtudes –pequeñas y grandes–, de hombres y mujeres que transitan por viejos resentimientos y desafortunadas experiencias amorosas partiendo de un suceso tanatológico que marca el pulso narrativo de la obra.

El dios de las pequeñas cosas es una novela ambiciosa; desarrolla un lenguaje preciso, rico, comunicando al lector universal ese algo trascendente, como un intento de manifestar su espíritu mediante la palabra escrita, en un mundo crispado donde lo que importa ya no es el ínfimo detalle que da al hombre una sensación de existencia y que la autora se empeña en subrayar.

Esas pequeñas pinceladas infligen sentido a la humanidad, que busca desesperadamente sentido a la existencia, donde las efusiones prohibidas, las ambiciones inalcanzables, el peso del pasado, el dolor causado por la pérdida de la inocencia y la lucha por la justicia, dibujan un panorama poco alentador en el que el ser más desafortunado de la tierra puede acercarse al horror y a la belleza rápidamente en la India de nuestros días.

Es así, como Arundhati Roy analiza un problema latente de la sociedad hindú mediante la composición armónica de su prosa, que admite que el lenguaje expresivo fluya con libertad de conciencia conforme avanza el texto, lo que le permitió a ella adelantarse a nuevos procedimientos utilizados hoy por otros narradores en muy diversas y variadas latitudes.

El dios de las pequeñas cosas, una obra trascendental para entender la literatura actual de la India, escrita por una artista que rápidamente cobró notoriedad en el mundo de las letras. Definitivamente ¡hay que leerla!

Jorge Iván Garduño
Fotógrafo, escritor y periodista mexicano.
jorgeivangg@hotmail.com
@plumavertical
 
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Mi nombre es Casablanca, novela cargada de pólvora, plomo, material hirviente e hiriente

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La escalada de violencia que se suscita en este o en cualquier otro país, puede entenderse como el resultado de ausencia de responsabilidad y corresponsabilidad del individuo por su entorno, así como de la pérdida de valores de la base de la sociedad que es la familia, y por ende, una sinrazón de libertinaje que pone en jaque el tejido social que con tanto esfuerzo se construye por generaciones.

Cúpulas de poder carcomidas por el crimen organizado, una democracia tambaleante víctima de la embestida de la violencia repartida por todos lados, zonas hostiles, ejecuciones, secuestros, impunidad y corrupción, son los constantes boquetes por donde se cuela el miedo en la vida familiar.

En suma, la turbación se ha vuelto ya una forma de vida, siendo el narcotráfico un factor determinante en la estabilidad nacional, que no se doblega a pesar que cada descarga hiere a la sociedad, transformado el crimen en una nueva realidad, donde la muerte anda a caballo desbocado.

Dentro de este cuarto de pánico, el escritor mexicano, Juan José Rodríguez (1970), recrea una de las literaturas mejor logradas en lo referente a la cultura del narco, siendo un claro ejemplo de esto su novela Mi nombre es Casablanca.

Esta obra a la que me refiero, está construida a partir de la experiencia trepidante que se vive en Mazatlán en torno al narcotráfico, la corrupción de las más altas cúpulas gubernamentales y los intentos desesperados de un sector cada vez más reducido de los organismos policiacos que luchan en contra de estos cánceres sociales y públicos.

Una realidad que es imposible ignorar, siendo este libro una radiografía producto de la estela dejada por los hombres de la hierba, por los capos de la bala y el terror, por los señores que someten a las ciudades, zarandean las voluntades, arrinconan con la mirada en espacios abiertos con la violencia desconcertante que practican.

Novela escrita en primera persona, en la que el autor nos permite adentrarnos en los bajos fondos de una Mazatlán dibujada con plomo, pólvora y sangre caliente, olvidándonos por completo de la playa soleada, el mar y las diversiones acuáticas, porque la cultura del narco a permeado el trabajo periodístico, intelectual y literario en los últimos veinte años de manera brutal.

Mi nombre es Casablanca, una obra literaria que se desdobla en múltiples caminos circundantes, tejiendo una maraña boscosa en la que cada paso dado, es una posibilidad de ciegos en dar con la verdad, situación que le agrega elementos de suspenso policiaco, novela negra o thriller detectivesco que busca resolver una serie de crímenes aparentemente aislados que exigen una explicación.

Juan José Rodríguez, un escritor que ha construido una prosa con base en la cultura del narco, que sin lugar a dudas, comparte con el también sinaloense Élmer Mendoza, Leobardo Sarabia, Arturo Pérez-Reverte o Jorge Franco, en un paralelo hirviente.

La lectura de esta u otras novelas con igual temática, nos permite concientizar hasta qué punto el cáncer carcome y destruye, interrogar y analizar el entorno, ya que finalmente, la literatura no es un acto de cobardía sino de salvación, que busca cambiar desde adentro, desde el pensamiento la realidad, permitiéndonos acercar a nuestra existencia a fin de percibir mejor lo que somos y los que es el mundo.

Esta obra, logra de forma avasallante, ser un fiel espejo de los actuales sucesos de la sociedad, a fin de reconocer nuestras limitantes para definir mejor el futuro.

Jorge Iván Garduño
Fotógrafo, escritor y periodista mexicano.
jorgeivangg@hotmail.com
@plumavertical
 
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Revista «Molino de letras» Abril-Junio 2011.
 
 

Duong Thu Huong, escritora vietnamita de férreo carácter literario

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La guerra de Vietnam (1961-1975) no ha sido muy diferente a los demás conflictos armados, indistintamente del ejército que cree luchar con la bandera de la libertad e igualdad, los resultados normalmente son los mismos: decenas de militares muertos, algunos otros mutilados, millares de ciudadanos afectados y despojados, y un silencioso rencor que termina por renacer años más adelante en otros gobernantes, además, generalmente los trastornos quedan marcados a fuego y pólvora durante mucho tiempo en el tejido social de los pueblos.

Este es el caso de los habitantes vietnamitas, quienes han soportado los efectos de la guerra en carne propia –uno de los conflictos bélicos ocurridos en el siglo XX más recordados por el mundo–, afectados por los bombardeos con napalm por la aviación de Estados Unidos, tomados por asalto por las poderosas guerrillas del Vietcong del Vietnam del Norte y la supremacía comunista encabezada por Ho Chi Minh.

A partir del retiro de las tropas norteamericanas, seguido por el triunfo de los comunistas hasta el último rincón del territorio antes conocido como Indochina, se instauró un régimen totalitario en aquel renovado país para dar pie al naciente Estado reunificado: nación marcada por el dolor, la humillación y el absolutismo ideológico.

La brutal diferencia entre la conocida Vietnam del Norte yla Vietnamdel Sur comenzó a ser un factor de inconformidad social, impulsando que voces correctamente articuladas y justificadas, se levantaran en contra de las políticas gubernamentales comunistas ejercidas en aquella parte del planeta.

Entre las contadas voces que se apostaron frente al Estado, la de Duong Thu Huong (1947) es una de las que mantienen una posición activa y de reclamo continúo a través de su protagonismo como “escritora disidente” dentro de su país, pero principalmente en el extranjero, esto por sus serías observaciones en contra de los objetivos e intereses del partido comunista que gobierna Vietnam, debido a la atmósfera represiva que ha instaurado desde 1975.

A los veinte años, Thu Huong se involucró de manera activa en el partido comunista, a esa edad participó conla Brigadadela JuventudIdealistade forma directa en la guerra, donde su misión era proporcionar entretenimiento teatral a los soldados del ejército del Vietnam del Norte, además de curarlos de sus heridas y, en algunos casos, ayudar a enterrar a los muertos en batalla.

Todas estas vivencias formaron en ella una costra densa de gritos, muerte, vileza, sangre, pobreza… propiciando el desencanto hacia sus dirigentes políticos que convirtieron la guerra en una guerra facsimilar perdiendo el idealismo de post-guerra, invitando con su literatura feroz a una revaloración de la vida socio-política de Vietnam.

Esa crítica abierta al poder de su país, ha desencadenado una serie de represalias en su contra, como son: el impedimento a la publicación de sus novelas y la censura a sus obras, ser encarcelada por periodos cortos, entre otras no menos graves; situaciones que la impulsan a continuar en la labor literaria alzando la voz de forma irreverente y personal, a fin de buscar la conciencia social de su nación.

Toda la literatura de Duong Thu Huong es un retrato del paisaje del Vietnam moderno y de sus habitantes, que luchan por sobrevivir bajo las complejidades que el gobierno comunista de posguerra ha impuesto, partiendo de su propia experiencia para crear un lenguaje personal, en el que el mundo caótico y desigualitario es el hilo conductor que conecta al lector con su prosa.

Duong Thu Huong, una escritora vietnamita que es imprescindible conocer novelísticamente.

Jorge Iván Garduño
Fotógrafo, escritor y periodista mexicano.
jorgeivangg@hotmail.com
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