Archivos Mensuales: May 2013

Felonía

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Un viejo de canas

veía pasar a dos jóvenes gritando y echando carcajadas,

mientras sentado estaba en el parque sobre una raída banca.

Posó su mirada en un grupo de tres o cuatro chavales,

quienes se empujaban, gritaban y decían cosas incoherentes,

sólo faltaba que se golpearan.

A pesar que había gente por las calles

éstas ni se percataban, ni se inmutaban;

sin decir nada pasan de lado con la nariz respingada.

Envueltos en ropas sencillas, o ya sea en telas de buenas marcas

¡los cuerpos no dejan de ser afines!

Esto bien lo entiende el anciano de las canas.

El muchacho más joven alarga su mano,

el eco de un grito acallado resuena en vano,

un trozo de carne inerte se ve caer al suelo.

Humo, risas y unas bragas,

arreglan así los gobernantes los problemas

cambiando la honestidad por el sonido asfixiante del metal.

El par de chicos caminando van

por las calles de cualquier lugar,

sin testigos, sin amigos.

Y un viejo de canas ¡muchas ya!,

observando está a una pareja entrando por una avenida principal,

él gritando, ella vociferando… y a contemplar la historia nuevamente va.

Enero 2007

Marduk Chimalli

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El viernes 15 de marzo –hace 74 días– el joven Marduk Chimalli Hernández, estudiante de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), se encontraba en la colonia Clavería de la delegación Azcapotzalco, en la Ciudad de México, lo que no constituiría un acto grave; sin embargo, su pesadilla comenzó cuando la señora Mariana García Vía de Monte se le acercó acusándolo de haberla despojado con violencia de un teléfono celular y argumentando que lo identificaba por la ropa azul que vestía.

De inmediato fue detenido por elementos de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina, mismos que lo pusieron a disposición del Ministerio Público (MP), donde la defensa alegó que los objetos que supuestamente robó Marduk Hernández no fueron encontrados, además, el MP olvidó el principio de presunción de inocencia, lo que dio como resultado un proceso lleno de inconsistencias al ser acusado de robo calificado y trasladado al Reclusorio Preventivo Varonil Norte.

Luego de 74 días, el Juez Séptimo Penal del Reclusorio Norte decretó libertad al estudiante por falta de elementos de prueba en la acusación, por lo que autoridades de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) señalaron que la Décima Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia capitalino, revocó el auto de formal prisión dictado por el juzgador.

El caso Marduk no es un hecho aislado, y esto sólo viene a evidenciar el deficiente sistema de justicia que impera en la Ciudad de México, la capital de nuestro país, y que a la más mínima provocación nuestras autoridades aprovechan para ufanarse de la libertad, equidad y la protección de los Derechos Humanos que malamente, dicen, prevalece en el Distrito Federal, a la par que buscan inflar las cifras de detenciones para que a su vez –supuestamente– bajen los índices delictivos, pretendiendo demostrar “eficiencia” en el combate a la delincuencia, no importando cuántos inocentes puedan ser afectados.

Por desgracia, los miles y miles de Marduk’s que se encuentran detrás de las paredes de los reclusorios de nuestro país, son un fiel testimonio que se erige para aprisionar la memoria social exigiendo una justicia legal que avanza a pasos desacelerados, y que sólo en contadas ocasiones provoca un lento movimiento en la rueca del proceso penal con el que se pretende liberar a algún preso de conciencia víctima de la intolerante política de Estado que sistemáticamente criminaliza a inocentes y libera con bombo y platillo a delincuentes.

No esperemos a ser objeto de una imputación directa con ausencia de pruebas como lo fue Marduk Chimalli Hernández, urge una reforma al sistema legal del Distrito Federal; y sobra decir que la actual administración de la capital deberá investigar a fondo el caso, y castigar a los verdaderos responsables de tantas inconsistencias.

Jorge Iván Garduño
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Las 10 diferencias entre empleados y emprendedores

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El amor por la lectura y los buenos libros me fue inculcada desde que tengo memoria, y como mi memoria se hizo presente alrededor de los cuatro años, recuerdo cómo a esa edad mi hermana –quien es 10 años mayor que yo–, me leía algunos relatos y fábulas, y más tarde y en la medida de nuestras posibilidades mi madre me compraba cada semana ciertos ejemplares de la literatura universal en adaptaciones para jóvenes, que yo “devoraba” ávidamente.

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Es así como rememoro mi gusto por la literatura y la lectura. Con el paso de los años fui adquiriendo un gozo selectivo que me permitió conformar a estas nóveles alturas de mi vida una biblioteca cercana a los 10 mil ejemplares… y sumando, y es que ya fuera una novela, un libro de historia, un ejemplar sobre una materia especializada o simplemente poemas, el libro siempre ha sido un excelente pasatiempo dentro de mis actividades cotidianas.

Sin embargo, siempre fui muy reacio en lo que se refiere a leer libros catalogados como de superación o los nombrados de autoayuda. Recuerdo cómo a mis escasos 12 años, durante mi primer nivel de escuela secundaria, mi profesora –quien por cierto fue la misma que se encargó de contarme esas fábulas en la niñez y que por extraños vericuetos de la vida ahora era mi educadora–, nos pidió en la clase leer una obra de un autor por aquellos años muy comercial y difundido entre la sociedad, y catalogado como autor de best sellers de superación personal.

No quiero entrar en la discusión porque no es el tema central, pero la definición literatura no forma parte de ese ámbito; también comprendí con el paso de los años que esta clase de libros ‒que me negaba tan siquiera a hojear– no están interesados en formar parte de la bien llamada literatura universal, ¡no!, su función es otra, no buscan ese nicho.

Tras varios años de buena lectura he obtenido, sin duda, la capacidad de reconocer los buenos libros, hable de lo que hable la obra en cuestión, y uno de estos magníficos ejemplares es el redactado por Keith Cameron Smith, un empresario y orador inspiracional que enseña sobre principios de vida exitosa tanto a individuos como a integrantes de empresas de todo Estados Unidos, y me refiero a Las 10 diferencias entre empleados y emprendedores (Editorial Aguilar), donde en sus poco más de 100 páginas nos enseña cómo con pequeñas modificaciones en nuestras actividades diarias podemos alcanzar grandes beneficios a corto, mediano o largo plazo.

Cameron Smith desgrana con lenguaje sencillo, fluido y franco la manera en que podemos dejar de ser simples empleados –en cualquier sector o nivel de nuestra vida– e inspirarnos para aplicar los tips que brinda y convertirnos en más que emprendedores: gente de éxito, empuje, confianza y perseverancia.

Las 10 diferencias entre empleados y emprendedores nos revela un mundo al alcance de cualquier persona que tenga la capacidad de pensar, la energía para trabajar y la confianza para superar obstáculos que puedan parecer insuperables, pero que con la fuerza de la fe y el valor para triunfar podrán ser conquistados, llevándonos finalmente a ser uno entre mil: una persona más que triunfadora.

Definitivamente, los libros de superación personal, como es el caso de Las 10 diferencias entre empleados y emprendedores, no nos brindan el tesoro con el que de la noche a la mañana seremos multimillonarios o solucionaremos los problemas de nuestra vida. ¡No!, nada más lejos de la realidad; pero sí nos descubre el camino más seguro para alcanzar el éxito y un método efectivo para valorar los éxitos y fracasos que en nuestra vida como empresarios podamos experimentar.

Las 10 diferencias entre empleados y emprendedores, un libro que nos abre la mente y nos afirma los pies para alcanzar nuestros objetivos en un mundo en el que lo mejor es dejar de ser empleados para convertirnos en emprendedores.

Jorge Iván Garduño
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«La noche del pez», un hechizo marino de Enrique Rentería

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Desde que el hombre es hombre siempre ha sentido una delirante fascinación por el inmenso mar, su espesura, vaivén, dominio e imponente majestuosidad, por lo que al aventurarse a recorrer y explorar el mundo en los diversos tipos de embarcaciones ha sido inspirado para redactar fascinantes relatos, historias, leyendas y mitos primigenios en torno a los “siete mares” y sus “colosales” habitantes.

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Desde las primeras civilizaciones originarias de Medio Oriente y hasta el África, alcanzando las remotas culturas de Oceanía, traspasando las corrientes del Mediterráneo hasta llegar al Nuevo Mundo, incontables narraciones se han transmitido de una generación a otra vertiendo fábulas sobre habitantes marinos descomunales, que el único placer de ellos era destruir embarcaciones y deglutir marineros.

¿Cómo olvidar a la descomunal ballena blanca nombrada Moby Dick?, que inspiró una descomunal empresa iniciada en las norteñas costas estadounidenses encabezada por el lisiado capitán Ahab a bordo del barco ballenero Pequod, junto a su inseparable arponero caníbal Queequeg para darle muerte al Leviatán.

Pero mucho antes de la publicación de la novela de Herman Melville, los primeros mapas marinos que eran publicados tenían la característica de buscar la exactitud en aras de la fidelidad, sin embargo los artistas añadían elementos fantásticos que pertenecían primordialmente al ámbito de la llamada terra incognita o como otros más lo nombraban: los confines del mar tenebroso.

Es así como la representación artística de criaturas portentosas y extraordinarias en la cartografía renacentista fue además parte de una mercadotecnia que buscaba vender cada vez más mapas, por lo que los monstruos marinos eran a su vez uno más terrorífico que el anterior.

En este marco de leyendas y mitos marinos, Enrique Rentería (Ciudad de México, 1952) inserta su obra La noche del pez (Tusquets Editores) en el ambiente costeño de las playas del Golfo de México, sin embargo un halo de misterio inunda la obra de principio a fin, lo que forja un gancho irrompible al lector, que encontrará en esta prosa un requiem.

La noche del pez nos relata la historia de Ismael y su enfrentamiento con Fantasmagua, en dos tiempos; uno cuando él era tripulante de la embarcación que terrible pez hundió en un santiamén, suceso del que apenas si le fue posible escapar y alcanzar las costas de Miramar, pueblo mágico que está envuelto en algún tipo de embrujo.

Rescatado por la niña Claudia y el padre de ella, Jaime, Ismael verá transcurrir la hechizante vida de los habitantes de Miramar que están sumergidos en creencias yorubas, personajes sombríos, feos y saturados de humanidad, que a su vez son aderezados por la imaginación y el beneplácito familiar.

En su paso por este mundo, Jaime deberá entender la misteriosa vida de la familia de Claudia, que es amenazada por el alcoholismo del padre de ésta, ya que bebe ingentes cantidades como si fuera un personaje salido de la obra de Tutuola.

Sin embargo, dentro de este abanico de misterio, la tensión se aumentará cuando Fantasmagua busque al personaje que lo hirió al hundir una embarcación, y de la que el único sobreviviente fue el autor de esa herida por la que ahora busca venganza… y curiosamente lo encontrará en Miramar y así como el capitán Ahab en Moby Dick nunca se detuvo, así será en este caso.

La noche del pez, un relato recomendable para los jóvenes lectores que buscan buena lectura aderezada con una historia bien narrada por un autor que ha sido considerado como quien vive con un pie en el mar y el otro en la urbe.

Jorge Iván Garduño
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Circuncisión faraónica

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El siguiente texto, es un extracto del testimonio verídico de Khadidiatou Diallo, mujer africana, militante en Francia de la asociación Grupo de Mujeres para la Abolición de las Mutilaciones Sexuales (GAMS):

Nunca me olvidare de ese día. Fue en 1966. Yo tenía 12 años y mi hermana diez. Como todos los veranos, estábamos en casa de nuestros abuelos paternos, en una aldea a 15 kilómetros de Bamako. Una mañana temprano fuimos a ver a mi tía, la hermana de mi padre, a quien siempre queríamos visitar, pues nos consentía mucho.

Yo no sospechaba nada. Mi tía me llevo al baño y ella y varias mujeres más se abalanzaron sobre mí, me agarraron, me tumbaron y me separaron las piernas. Yo gritaba. No vi el cuchillo, pero sentí que me estaban cortando. Había mucha sangre. Lloré, pero me decían ‘no hay que llorar, es una vergüenza cuando una llora, ahora eres una mujer, lo que te hemos hecho no es nada’. Empezaron a dar palmas y me vistieron con un paño blanco. No me pusieron ninguna venda, sólo algo que habían preparado con aceite de karité y hojas. Le tocaba a mi hermana menor. La oí llorar y pedirme auxilio y eso me hizo sufrir aún más.

Me embarga un sentimiento de odio y de rabia. Me case a los 22 años. Nunca pude decir que me faltaba algo en mi cuerpo, porque no se admitía que una mujer expresara sus deseos de placer. No es una herida, sino una verdadera mutilación; una herida se cura, pero con la mutilación se pierde algo para siempre.

 Según cálculos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 130 millones de mujeres han sido víctimas de mutilaciones sexuales y, anualmente, dos millones de niñas corren el riesgo de sufrir esas prácticas. Existen 28 países del África, y grupos que realizan esto dentro de las comunidades de inmigrantes en Europa, Australia, Canadá y Estados Unidos.

La mutilación sexual femenina –conocida como excisión–, consiste en cortar la piel que recubre el extremo del clítoris o la extirpación (ablación) de este órgano y, a menudo, se amputa parte de los labios menores. Otra mutilación mucho más extrema es la de la infibulación o también llamada circuncisión faraónica, que es una excisión completada con la ablación de los labios mayores, cuyos muñones se suturan de un extremo a otro, dejando un pequeño orificio para permitir el paso de la orina, el flujo menstrual y más adelante, permitir la penetración. Esta práctica tiene graves consecuencias: hemorragia, anemia, retención de líquidos, infecciones pélvicas y desgarramientos en el parto. Se ha considerado que dicho ritual no tiene vinculación con religión en particular, ya que tribus animistas, judíos, cristianos y musulmanes la practican, siendo esta última la más identificada con este rito considerado de transición.

En la mayoría de los países musulmanes, las leyes laborales en el sector industrial o administrativo, tienen como primera víctima a la mujer trabajadora en relación con la desigualdad de sueldos, facilidades maternales o lo referente a la jubilación, mientras que en la agricultura o el trabajo doméstico, no existe ninguna ley que proteja a las trabajadoras.

En lo referente a las leyes familiares, –en cualquier país árabe– como la finalidad es proteger los beneficios de la familia como una unidad económica, le dan todo el poder a los hombres, quienes desde el punto de vista religioso, son los únicos capaces de mantener y defender esa unidad, convirtiendo a las mujeres –reitero– en sus primeras víctimas.

Estas “ceremonias” obligan, que cada vez sea mayor el número de mujeres de corta edad, que abandonan su país de origen, para emigrar a Europa o América del Norte principalmente, sumándose a los problemas alimenticios y de trabajo existentes. Todo esto fomenta la prostitución, el odio y la denuncia constante de grupos que consideran el “totalitarismo islamista” comparable con el nazismo y el estalinismo, que desemboca en constantes choques violentos, y estos hechos todos “en nombre de Dios”.

Un caso significativo es el de Waris Dirie, quien nació en Somalia, en una familia nómada. Ignora su edad pero podría tener 41 años. A los cinco, aproximadamente, su madre la condujo a la oscuridad del desierto y dejó que una gitana le extirpara el clítoris. Después, la cosieron con espinas de plantas y le ataron las piernas por 40 días. Su belleza le valió un millonario contrato con la marca Revlon y ser parte de las inolvidables chicas Bond. En septiembre de 1996, fue nombrada por la ONU Embajadora Especial para su campaña en contra de la mutilación femenina. Es autora del libro La flor del desierto, (Editorial Planeta, 1999), en el que habla sobre su niñez y de cómo salió de África.

La mutilación femenina ha sido una práctica milenaria que no debería seguir existiendo, sin embargo es tan complicado erradicarla y tan complejo combatirla, que el simple hecho de mencionar esta posibilidad es ya una herejía por la cual en diversos países yo podría estar siendo lapidado.

Pero dentro de nuestras sociedades modernas, debemos hacernos conscientes que estas prácticas suceden todos los días en lugares remotos de nuestro planeta o bien, a la vuelta de la esquina de nuestro vecindario, por lo cual el hecho de ignorarlo no va a solucionar ni a mejorar la situación, ya que no sólo se daña a la mujer, sino que la figura varonil también es trastocada.

En la medida de nuestras posibilidades hablemos y ataquemos estos sucesos con la firme convicción de construir mejores bases sociales, fomentar la conciencia humana, valorar la figura femenina y toda su femineidad, quizás, en no muchos años, podamos decir que en todo el mundo: la mujer ya no es un objeto sexual, de trabajo doméstico y de reproducción humana, sino que ha sido valorada como la depositaria de la vida misma.

Jorge Iván Garduño
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Cínicos, no en el periodismo

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Decía Ryszard Kapuscinski que para ejercer el periodismo “ante todo, hay que ser buenos seres humanos” y añadía que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias”, y en esta profesión eso es esencial para mantenerse y crecer.

Y al cumplir ya casi diez años en este oficio, el mejor oficio del mundo diría Gabriel García Márquez, reafirmo categóricamente las palabras de Kapuscinski entendiendo que el periodista debe ser “humano”… léase: sensible. Ya que la sensibilidad es la esencia pura del periodismo, algo que sólo con la práctica es posible aprender, ya que en la facultad no nos lo enseñan.

Para el real y verdadero ejercicio periodístico, quien lo ejerza, es necesario depurar la sensibilidad, pues al salir a la calle para “buscar historias” uno debe sentir lo que sucede “en la piel del otro”, con la finalidad de transmitirle a nuestro público una noticia trascendente como si él estuviera ahí, utilizando diversas técnicas periodísticas en un reportaje, crónica, entrevista, nota, etcétera, para consignar adecuadamente y sin restricciones la noticia al final de la jornada y que se tomen decisiones a partir de ella.

No es fácil desarrollar este tacto, olfato o sentido periodístico, que además deberá estar aderezado con un alto nivel de moral y ética profesional a toda prueba ante la sociedad; ya que siendo reportero gráfico, redactor, reportero con fuente asignada, jefe de información, incluso conductor o directivo –por mencionar sólo unos cuantos ejemplos–, nunca se nos debe olvidar la esencia misma de nuestra profesión: la sensibilidad humana, porque cuando verdaderamente ejercemos este oficio no podemos volvernos cínicos o indiferentes de nuestro entorno, pues las tragedias testimoniadas nos vuelven más sensibles y vulnerables… o así debería de ser.

Asimismo, nunca debemos olvidar que el periodismo es dedicación pura, que nunca puede uno dejar el papel en la redacción. Todos los días, a todas horas siempre se está “en el ajo”, concentrado y en permanente reflexión para analizar adecuadamente los sucesos que trascienden y permean a la humanidad; que hoy podrán ser noticia y mañana serán parte de la historia esencial de la sociedad.

El ejercicio periodístico, una profesión sin cortapisas, con la que aprendemos a ser humildes, y nunca dejamos de aprender.

En lo personal, espero nunca olvidar esta esencia, con la finalidad de lograr ser un mejor periodista, y jamás utilizar el oficio para encumbrarme y utilizar cualquier medio para lograr sólo la satisfacción social. Pugnemos todos los días por un mejor periodismo, mucho más cuando somos quienes lo moldeamos.

En definitiva, el periodismo sí es el mejor oficio del mundo.

Jorge Iván Garduño
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Polvo negro

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Durante casi ya siete décadas, la sombra fría y alargada que proyectan los campos de concentración nazi y Auschwitz, persisten en recordarnos lo cruel e intolerantes que podemos llegar a ser los seres humanos con nuestros iguales, ya que definitivamente en la historia de la humanidad ésta ha sido la constante.

Y es que así como el siglo XVIII es recordado por la Revolución Industrial que se sucedió en Inglaterra, el siglo XX fue cruelmente marcado por dos guerras mundiales, pero muy en especial por las armas y métodos de destrucción masiva que fueron utilizados a diestra y siniestra, con tanta naturalidad como si de un día de campo se tratara.

Tan profundo y hondo se ha arraigado en la disertación del hombre posterior a la segunda mitad del siglo pasado la eliminación masiva del pueblo judío, que la cantidad de tinta vertida en papel por pensadores, intelectuales, escritores y filósofos respecto a la <<gran catarsis>> que esto representó serviría para teñir de negro sin dificultad las costas alemanas del Mar Báltico.

Pero parte de este acontecimiento central de Europa –y también del mundo–, fue lo sucedido previo a la Segunda Guerra Mundial en el año de 1933, poco tiempo después de la toma de poder, en la cual los nacionalsocialistas iniciaron en marzo una campaña denominada «Aktion wider den undeutschen Geist» liderada por la Nationasozialistischer Deutscher Studentenbund (Unión Estudiantil Nacionalsocialista) en contra de los escritores judíos, marxistas y pacifistas cuyas obras se considerasen de espíritu anti-germano’. Las persecuciones alcanzaron su clímax el 10 de mayo del mismo año con una quema de libros metódicamente organizada por “estudiantes”.

Ésta tuvo lugar en el Opernplatz enfrente de la Universidad Humboldt y fue el evento que activó una reacción en cadena de quema de libros en 21 universidades alemanas, como la efectuada en Hamburgo el 15 de mayo de aquel año, y hoy en el marco del Día del Maestro que celebramos en México se conmemoran 80 años de “la quema de libros”.

Esta lamentable y ofensiva práctica de quemar libros es, una forma de censura utilizada por líderes políticos o religiosos al momento en que sus ideas encuentran oposición, con la que buscan eliminar sistemáticamente la intelectualidad mostrada por otros, y el conocimiento legado a las futuras generaciones.

En México, celebramos a los maestros el 15 de mayo, pero por desgracia y de manera simbólica, el magisterio de algunas zonas de Michoacán, Oaxaca y Guerrero, principalmente, se han encargado con movilizaciones, marchas, bloqueos, pintas, vandalismo y mucha violencia sin sentido, de “quemar los libros” de la sociedad, ante la imposibilidad de impedir que les quiten su cuota de poder magisterial.

No comparo las acciones nazis de la quema de miles de textos de autores contrarios a ese régimen, considerados inmorales o simplemente de autores judíos para promocionar el nacionalsocialismo con las movilizaciones del magisterio en Oaxaca, Guerrero, Ciudad de México y Michoacán, pero a 80 años ya de aquellos hechos, en que docentes y representantes de los órganos nazis arrojaron al fuego los libros de los autores censurados, una sombra fría y alargada se proyecta hasta nuestros días por estos acontecimientos sobre el actual pueblo teutón, sus hijos y en definitiva en toda la humanidad.

Creo fervientemente que las manifestaciones bélicas del pasado y el presente continuo, deberán ayudarnos para que reconozcamos nuestras limitantes culturales y poder definir mejor nuestro futuro, a fin de evitar cometer los mismos o peores errores del pasado, ya que como dijera Imre Kertész, no hay que ser víctima destripada de la guerra de los Balcanes ni somalí afectado por la hambruna, ni nazi que arda en el aquelarre para que el grito de dolor del mundo alcance a la persona y para que reconozcamos en él nuestra propia voz…

…Y esto me lo enseñaron grandes maestros y excelentes profesores de vocación, que a lo largo de mi vida me educaron, ya sea en el salón o con su ejemplo, por lo cual les doy las gracias a todas y todos, a cada una de ellas y de ellos, porque al recordarlos me hacen pensar que son los menos quienes salen a las calles gritando para hacer barbaridades, ¡sí!, son los menos quienes solo consiguen romper el diálogo que tanto pregonan en su aulas.

Jorge Iván Garduño
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Mi madre

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¡Mujer hermosa!,

Hilos tejen tus manos,

Para que de tu amor sepamos

Sin olvidar el cariño del que van cargados.

Madre de pelo cano,

Vas disfrazando,

Por las calles el tono blanco

Con color bermejo, negro o apiñonado.

Dama,

Que has entregado el alma,

Fuerte guerrera

Más bondadosa que una fiera.

Gracias te doy mujer amada

Por ser mi mamá y una gran compañera

Por estar conmigo en esas noches enfermas

Hasta las tres de la madrugada en vela.

Respetable señora,

Con tu esfuerzo y trabajo

Ahora tengo una carrera

Para abrirme paso y ofrecer un futuro a mi pareja.

Madre,

No dudes que te voy a cuidar

No te voy a dejar,

La vida misma no me podrá separar.

Madre admirable

Leal hermana

¡Mujer bella!

Ejemplar colega.

¡Te quiero!

Porque a diario veía cómo corrías,

Desde entonces trabajas todos los días

Tolerando de tu hijo mil diabluras.

¡Te amo!

Por aceptarme en tu vida

Alterar tu futuro

Para formar una familia.

Una mano rosa tu barbilla,

La otra acaricia tu mejilla,

Te estrecho a mi pecho

Cual llama ardiendo del fuego.

Fresco aroma a Margarita

Cuatro palabras mi alma grita:

Te admiro, te respeto;

Ten presente este momento.

La voz hablada

No ha sido mi mejor aliada,

Te regalo estas letras

Por mi pluma en papel plasmadas.

2007

 Jorge Iván Garduño
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“Furores íntimos”, de Charlotte Roche

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Charlotte Roche (Gran Bretaña, 1978) irrumpió de lleno en la escena literaria con su afamada novelaZonas húmedas (Anagrama) en 2008, misma con la que en marzo de ese año alcanzó los más altos niveles de venta, obra en la que la escritora explora la intimidad femenina, el sexo, y toda la feminidad de una mujer joven, y todo ello enmarcado con un ligero sesgo autobiográfico que hace más ligera la prosa.

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Roche nos presenta una novela en la continúa el periplo iniciado ya hace cinco años, en la que una “feliz pareja” deberá enfrentarse a la “bestialidad” humana, que en el fondo guarda su protagonista: Elizabeth, –y tal vez no será el único personaje en mostrar la levedad – quien deberá comprender una extraña filia que le proporcionará una intensa relación cargada de erotismo, aunque eso le signifique ir en contra de las enseñanzas que su recatada madre le enseñó.

Sin embargo, Roche nos presenta una valoración sobre lo propiamente femenino, imbuyéndonos en un escenario trágico, violento, que permite la reconciliación con la intimidad.

Examina acertadamente Charlotte Roche la percepción femenina en cuanto al sexo y sus deseos, lo que abre el abanico enigmático del placer y el horror, a través de un lenguaje que no pretende ser encasillado en ninguno de los discursos dominantes de cualquiera de nuestras sociedades, ratificando la calidad de su prosa.

Charlotte Roche es una nobel escritora que por medio de su escritura nos permite acceder al mundo íntimo de la feminidad, que muestra de manera artística el apetito contenido en una mujer que busca liberarse y seguir su propia sed y plan de vida, aunque ello conlleve darle la espalda en la oscuridad a su madre.

Furores íntimos, una obra que trasciende en la vida de los lectores, alcanzando a la familia, al matrimonio, e intentando rescatar del limbo existencial a Elizabeth, que en su afán por encontrar su lugar en este mundo, ahonda en los fríos abismos de la moderna coexistencia humana.

Charlotte Roche, una escritora que con humor y desfachatez ha encontrado su voz literaria para comunicar un mundo convulso fascinante.

Jorge Iván Garduño
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Ecatepec bajo fuego

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22 personas muertas y casi 40 personas heridas, son las cifras que dejó el exceso de velocidad –aparente– de un chofer de una pipa con doble semirremolque que transportaba 44 mil litros de gas LP para la empresa Termogas de Monterrey, que tras su paso en a la altura del kilómetro 14 de la autopista Pachuca México, perdió el control estrellándose con casa habitación, lo que provocó la explosión del producto flamable.

Ayer todavía nos seguíamos enterando de niños con el 97 por ciento de su cuerpo quemado, noticia que enfría la sangre y eleva la temperatura de la irritación y más cuando seguido de este dato, se habla de un bebé de 10 meses con quemaduras en el 30 por ciento de su cuerpo, y así sigue fluyendo la información de las víctimas.

Casas dañadas total y parcialmente, pero sobre todo, familias enteras cercenadas, que para los sobrevivientes el 7 de mayo de 2013, a las 5:30 de la mañana será una fecha y una hora que nunca se les borrará de sus vidas, que ha dado un giro de 180 grados.

¿Los responsables? Principalmente el chofer de la pipa, sin embargo, y a pesar que todo indica hasta el momento que las empresas involucradas en el accidente son regulares y que no se trata de empresas pirata y que cuentan con los seguros correspondientes, se verifica el estatus de ellas, ya que los peritos estudian las condiciones de la unidad siniestrada.

Pero hay que agregar al gobierno federal y estatal y su participación –menor tal vez, alguien dirá– en ser tan laxos en la aplicación del reglamento de tráfico, ya que no es la primera ocasión que por imprudencia de los conductores y falta de aplicación de agentes ocurren accidentes así.

Mientras no se mejoren los protocolos para la transportación de este tipo de sustancias y la capacitación integral de choferes y personal de las empresas involucradas, así como la participación total de las autoridades para evitar que estas unidades rebasen los límites establecidos.

Desgraciadamente, tras este tipo de eventos es cuando autoridades se vuelcan a verificar permisos, reglamentos, y “buscar culpables con todo el rigor de la ley”, ojala que las medidas que se tomen sean en beneficio de todos los ciudadanos y no busquen sólo culpables para atraer los reflectores de los medios de comunicación y la respectiva cuota política.

Asimismo las empresas se dan golpes de pecho, dan comunicados, o en otros casos permea un silencio sepulcral que sólo nos habla de nerviosismo y carencia de capacidad para el manejo de crisis.

Pero sobre todo, se debe mejorar las condiciones de trabajo comenzando en sueldos, brindar capacitación, y elevar el perfil de los empleados que ocupen este tipo de puestos.

Bien sabemos que es imposible erradicar eventos como el de ayer, pero sí es posible disminuir considerablemente sucesos como éste.

Por lo pronto, se están llevando las diligencias pertinentes y las necesidades de nuestra sociedad seguirán requiriendo que estos productos recorran nuestras calles, avenidas y carreteras; por tal motivo debemos mejorar los mecanismos para alcanzar una mejor convivencia entre ciudadanos de a pie, empresas, gobierno y productos todos que la sociedad que hemos construido demanda.

Jorge Iván Garduño
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